miércoles, abril 17, 2013

El Bajo



No sé si lo que os voy a contar pasó tal y como os lo cuento, pero intentémoslo. Algunas cosas no pasaron así, porque no las recuerdo debido a lo que había bebido aquella noche y otras no pasaron así porque prefiero modificarlas, pero como vosotros no sabéis qué pasó y qué no, creo que os tendréis que conformar con lo que os cuente.

El caso es que yo era joven, tendría unos veinte o veintidós años; era de cuando tenía aquel grupito de rock. Teníamos un contratito de esos cutres en los que el dueño del garito te paga 100 euros y te invita a una copa y al final, después de la actuación, te tomas tantas copas que te acaba costando el dinero, pero teníamos un sueño más grande que nuestro ego y queríamos rodarnos y darnos a conocer, así que tampoco nos importaba mucho.
Yo estaba muy ilusionado porque alguien me dijo que en aquel local empezaron a tocar Los Planetas, y quieras o no teníamos la esperanza de coger la estela de aquellos, sueños de post adolescente, ya veis.
El caso es que la actuación salió sin pena ni gloria. Era una de esas típicas en las que pones el alma pero ves que el público está más pendiente de tomarse su copa y ligar con la persona más cercana que de escuchar ese entusiasmo que tú le pones a aquello a lo que apuestas tus sueños, pero como diría Fredy Mercury, "Show must go on", así que hicimos lo que pudimos. Y en el penúltimo tema me di cuenta; estaba sola y bebía una copa con limón. Vestía una camiseta como de seda y unos pantalones negros. Tenía el pelo suelto, castaño claro, unos ojos enormes y una amplia sonrisa. No sabía el tiempo que llevaba allí pendiente, pero era de las pocas personas que nos miraba; que me miraba.
Visto lo que le importábamos al resto del respetable, decidí dedicarle íntimamente el último tema a ella. Nuestra solista cantaba y yo tocaba el bajo sin levantar la mirada de aquella tía que bebía su ginebra con limón. Creo que la intimidé porque apartó la mirada, sacó el móvil y le dedicó unos minutos, los justos para que acabase nuestro último tema y la solista diese las gracias. Las luces del pub iluminaron la estancia y pusieron música comercial, cosa que muchos agradecieron animándose a bailar.
Me descolgué la guitarra y ayudé a recoger los cables y demás enseres musicales. Jota apoyó su guitarra eléctrica sobre la batería y me dijo que luego recogeríamos, que nos merecíamos una copa, así que nos fuimos a la barra y allí nos tomamos no sé cuántas, perdí la cuenta, escuchando las historias divertidas que contaba el loco, el batería.
Cuando había perdido la noción del tiempo el camarero del pub paró la música y encendió las luces generales. Alcé la mirada y comprobé que apenas si quedábamos diez personas allí. Yo iba muy borracho y me disculpé con mis compañeros por no ayudarles a recoger lo que quedaba.

Lo siguiente que recuerdo es que iba bajando las escaleras de aquel pub con la chavala de los ojos y la sonrisa enormes. Me contó que no era de la ciudad y que le había gustado nuestro estilo independiente y rockero. Aunque resulte extraño, yo apenas hablé, simplemente la escuchaba y trataba de disimular mi borrachera. Cuando me vine a dar cuenta estábamos en la puerta de mi piso, y ella continuaba hablando.
- Bueno, yo vivo aquí, ¿Te apetece tomarte la última?
- Me lo has dicho cuatro veces por el camino… ¡No hay problema en tomarnos esa copa! -Rió. Realmente no sé si se lo había dicho ya o no, pero me sentí patoso, borracho y ridículo. Subimos a casa y nos tomamos otras cuantas copas charlando en el sofá, no recuerdo cuántas, ni recuerdo cómo acabamos en mi cama. Sé que me desperté y la vi durmiendo desnuda a mi lado. Se me aceleró el corazón, pero me dolía la cabeza mucho y el sueño no me permitió disfrutar de aquel momento tan fetichista.

Serían las dos y media de la tarde cuando desperté y me vi solo. Tenía la boca pastosa y no sabía si aquella tía había sido de verdad o lo había soñado… me duché y fui a la cocina a comer algo, pues llevaba más de doce horas sin comer y tenía mucha hambre. Al pasar por el salón vi el par de copas de la noche anterior sobre la mesa, y al llegar a la cocina había un plato y un vaso sucios, y un envoltorio de pizza Hacendado en la basura, que yo no me había comido. Me hice un sándwich, me tomé un ibuprofeno y me fui al salón con un vaso de agua y con el sándwich.
Mientras almorzaba puse las noticias en la tele. La presentadora hablaba de una mafia organizada que había estafado un banco el día anterior en Granada y la policía buscaba a una sospechosa que podría llevar encima unos cincuenta millones de euros. Cuando pusieron la foto de la persona a la que buscaban lo recordé todo; la muy carbona me hizo pagar la última copa en aquel pub.

3 comentarios:

Jc dijo...

Podría decir mil cosas acerca de tus líneas, mano... Lo más apropiado que se me ocurre es decir que leerte me provoca la misma sonrisa que cuando te miras en uno de esos espejos cóncavos del Tivoli... Me hace sonreir de una manera algo nerviosa... ni mas ni menos porque me devuelve una imagen distorsionada.... de mi, a fin de cuentas... De nosotros... Enhorabuena por publicar este espejo cóncavo de nuestras vidas ;)

Mizo dijo...

Muy bueno si señor... Ay si esas cosas hubieran pasado en los tiempos de Aristogatos....

L.Rilke dijo...

jajaja Genial lo del espejo cóncavo!
A ver cuándo nos vemos algunas viejas glorias, todos juntos, con una caña de por medio, no? Os lo digo a los dos y al otro lagarto, por ejemplo! :)