lunes, septiembre 10, 2012

Lo incierto de las pasiones


La fotografía es el juego de la vida. De alguna manera comparte esto función con aquello otro de la música. Ambas al 50% son lo que son: Formas de vida de los fulanos, menganos y sotanos que componen este mundo, estrecho de sien en el que vivimos.
Y es que puestos a decir estupideces, bien vale la pena decir que uno vive por y para las cosas que gusta hacer. Y lo grave del asunto es el motivo que nos lleva a semejantes discursos. Nos levantamos temprano porque suena el despertador, asumimos nuestras obligaciones, nos hacemos un café y unas tostadas, nos vamos a trabajar, volvemos del trabajo, comemos, volvemos al trabajo, comemos, dormimos... y suena el despertador. Ese círculo vicioso convierte a los humanos en esclavos de si mismos y convierte esas pequeñas-grandes cosas (como la música o la fotografía) en las altas pasiones de cada individuo:
La Berrea
"Había sido un mes de septiembre de muchísimo trabajo. Niños, copas, discos, tele, radio... una locura definitiva. Me levanté temprano y después de los quehaceres habituales, comí un plato de algo calentito y con los albores de los primeros fríos me dirigí a "El alcornocal". Me acomodé entre las espesas jaras y me coloqué de forma poco ortodoxa el maltrecho forro polar. La tarde la aliñaban con sus vehementes cantos abejarrucos, herrerillos y pinzones...Casi sin darme cuenta apoyé la cabeza en la alambrada y me quedé dormido, plácidamente dormido. Soñé muchas cosas. Cosas que como suele ocurrir no recordaba. Es curioso pero sólo consigo recordar mis sueños cuando estoy profundamente enamorado y en mi narcosis aparece la imagen de la persona amada. 
Y allí estaba yo, volviendo al mundo después de poco más de una hora, descansado, de buen humor y con media sonrisa en mis fauces que delataba mi profunda felicidad.

El cielo estaba nublado y mi cámara se mantenía erguida junto al feroz alambre que me había servido de almohada y catre. Giré la cabeza a la izquierda y en mi insolente paz, descubrí a unos viejos amigos. Un ciervo macho, dos hembras y un cervatillo pacían tranquilamente a escasos cincuenta metros de mi posición. ¿No me habían olido aún?... tal vez, pero allí estaban. Disfruté de la maravillosa visión, sabedor de que en caso de incorporarme a colocar la cámara, los animales no tardaría mucho en marcharse con alegre trotar. Así que estuve un rato mirando a la madre y al cervatillo, gozando de una hermosa estampa de esas que la naturaleza sabe regalarnos de vez en cuando.
Me levanté con cuidado, pero efectivamente, fui descubierto. Me observaron durante unos siete segundos. En ese espacio de tiempo pude disparar cuatro veces. El 70-200 no ofrecía muy buenos resultados y menos con luz deficitaria. Los animales salieron corriendo. Yo me quedé pensando. Desmonté el trípode, me desperecé y abandoné el sitio dando un precioso paseo. Bajo el cielo amenazante de tormenta, me metí en la Venta la Vega a tomar café"

Chito

Pd: En vez de su piedra encontró una fiesta en su salón, con vivos, muertos, brindando juntos, por un año más...un año menos...

1 comentario:

L.Rilke dijo...

Triste que el día a día convierta momentos simples en grandes eventos y realce las grandes pasiones...