lunes, junio 16, 2008



De mis grandes pasiones, puede ser que esta sea la que me hace más vulnerable al dolor ajeno: Los Toros. Fiesta grande, pasional y mágica donde las haya. El portento natural de animal enfrentado a la razón humana y el espíritu conservadurista propio de nuestra raza. El desafío a los límites y a la propia sombra de la parca. La tauromaquia es buscarte a ti mismo en un trazo, en un gesto, en un instante. La plenitud de un hombre que se sienta torero es pisar los terrenos que custodia y defiende su "enemigo".

He visto casi todo en una plaza de toros: Tardes épicas, toros indultados, cornadas, cornalones, escándalos, peleas, alegría, tristeza, aburrimiento, euforía... Nunca he visto la muerte y es algo de lo que me alegro.

"Los interminables segundos", 15-4-1987

El dia antes había sido mi cumpleaños y como de costumbre, mi padre me había regalado una entrada para ir a ver toros. Sería en Sevilla, dentro del abono de Abril. Una novillada matinal en la que toreaba Pepe Luis Martín, Julio Aparicio y Fernando Cepeda. Llegamos en el R6 a Sevilla, aparcamos muy cerquita de la Maestranza y accedimos al coso. Era mediodia, por tanto, daba el sol en casi toda la plaza. Nuestra entrada era de contrabarrera, muy cerca del albero. Julio Aparicio abrió plaza y pasó sin pena ni gloria. Pepe Luis Martín ligó buenos pases pero marró con la espada. Cepeda anduvo voluntarioso con un novillo que le dejó hacer poco. Recuerdo como si fuera hoy mismo como pasó un hombre mayor vendiendo almendras garrapiñadas. Me quedé embobado mirando el cesto y mi padre llamó mi atención: -Coge uno anda, lechuzo- Entusiasmado cogí en mis manos la bolsita rebosante de almendras mientras mi padre le daba una moneda de diez duros a aquel anciano. Aparicio había vuelto a la plaza. Recuerdo su terno tabaco y oro como si aquella corrida hubiera sido ayer mismo. El calor y el sol primaveral de mediodia empezaban a convertir aquella plaza en algo incómodo. Se respiraba espeso, había humedad en el ambiente. Pepe Luis salió decidido, como con la responsabilidad de salvar aquella mañana de toros. Lanceó con buen gusto a su novillo, lo banderilleó y con la muleta anduvo muy hacendoso en varias fases de la faena. Se vieron pases de pecho largos. De pitón a rabo. Llegó la hora de la suerte suprema. Pepe se dirigió a la barrera de forma parsimoniosa. La ceremonia de tomar los aceros fue lenta, tranquila y sosegada. Pepe sabía que matando bien a ese novillo tendría una oreja en el bolsillo. El público, que ni mucho menos llenaba los tendidos, estaba con él. Sometió al animal por bajo con un par de pases muy templados, luego otros dos como queriendo cuadrar al morlaco. Se cuadró en la suerte natural (Torero para las tablas, toro para los medios)...pero el animal se descuadró y arremetió sobre los engaños. Pepe Luis lo dejó en la suerte contraria y se perfiló con exquisita torería. Marcó los tiempos, respiró hondo, adelantó la mano, cargó la pierna derecha citó con la voz y con la muleta. En el encontronazo el animal abrió su embestida hacia las piernas del matado y lo enganchó. Noté como mis ojos se abrieron como platos, mi corazón se aceleró, mis dientes se apretaron. Aquellos segundos fueron los más interminables de mi vida. Pepe Luis yacía colgado del pitón del animal, a merced de los movimientos de un novillo que sabiéndose dueño de aquellos terrenos lo había levantado sobre su veleta derecha. La mano de Pepe se apoyaba sobre el morrillo del animal, como queriendo deshacerse de aquella terrible cornada. Pasaban los segundos, que no fueron realmente más de tres, pero que duraron como si fueran una hora. Finalmente, Pepe Luis cayó al suelo y agachó la cabeza. Uno de sus peones había conseguido sacar al toro hacía los medios, mientras mozo de espadas, Julio Aparicio y dos peones más ayudaban al rondeño a incorporarse. Los segundos muy poco a poco volvían a su estado habitual, pero todavía eran largos.
El terno azul y oro del chaval se encontraba absolutamente manchado de sangre. Delante mia, como auténticos rayos pasaron el Dr. Ramón Vila y todo su equipo. A continuación, los segundos volvieron a convertirse en eternos, justo cuando pasaba Pepe Luis, por debajo de mi ubicación, con la sangre (muy oscura, venosa) brotándole a borbotones y chorreándole por la pierna. Gritaba como si estuviese poseido por el mismo Satán. Todavía no se si de dolor...o de miedo por saberse herido de gravedad. A lo lejos, el Dr. Vila gritaba a su equipo una serie de órdenes que como poco me asustaron. Es el mejor cirujano taurino del mundo y como tal, antes de ver la herida, ya sabía perfectamente lo que tenía que hacer primero. La plaza quedó muda y Aparicio se hizo cargo del toro. Mi padre me miraba fijamente y me preguntó: -¿Estás asustado? Yo negué todavía con cara de asombro y pánico...pero negué. El sonrió y me puso la mano para que le diera Almendras. Muy despació y temblando como si estuviera muerto de frío puse el cartucho en su mano. Se sirvió y me lo devolvió riéndose: - Ya mismo nos vamos- A lo que yo reproché quejumbroso: - Pero nos vamos a esperar a que esto termine ¿no?- Me miro con gesto serio: -Si, ya para lo que queda, nos esperamos-. Satisfecho, bajé mi cabeza al paquete, cogí un buen puñado y me puse a mirar lo que ocurria en el albero. Aunque los segundos no habían vuelto todavía a su estado natural.
Salimos de la plaza, comimos un bocadillo, nos montamos en el R6 y salimos para Ronda. Antes de salir de la capital hispalense con el coche, yo ya estaba dormido. Había sido una mañana con demasiadas emociones.
Aquella mañana no la olvidaré jamás. Y muchas otras tardes grandes. Que si os apetece, en otro momento os puedo contar. Hoy un toro ha herido a José Tomás...y el programa de Molés está interesante. Hasta pronto lagartos
Chito
Pd.- Serranía redonda
Plaza de Ronda
Y la luz del toreo
Mide su onda
Es primavera, apenas
Duerme el albero
Yo piso tus arenas
Pedro Romero...
Gerardo Diego

2 comentarios:

L.Rilke dijo...

Genial relato. La lástima es que no estuvieses en la capea de Lirio del otro día. El niño los Pollos levantó al público... pero tuvimos que ser Diego Tirado jr y yo los que salvásemos la tarde, cubata en mano!!jajajaja.

Pedro dijo...

Lo corroboro yo que estuve, cubata en mano, cubata en mano!! Lástima que Lirio no se arrancara, ja ja, si no además de Roberto, llevamos al canijo también!!