miércoles, abril 12, 2017

Reinas y Viceversa.



Al preguntar la reina al Espejito Mágico quién era la más bonita, éste le respondió que de momento era ella, pero que siendo tan mala persona, nunca sería capaz de enamorar a ningún príncipe azul.
Fue entonces cuando decidió dejar de preocuparse por la estética. Aflojó su corsé y se recogió el pelo en una cola. Empezó a ver la vida de otra forma, a tratar de encontrar la empatía. Colaboró con una ONG y dejó de pavonearse por delante de los jóvenes apuestos de las cortes vecinas. 

El Espejito le insistió en que debía convertirse en una persona más culta e interesante para gustar a su príncipe azul. Se refugió en la literatura, empezó a estudiar Historia, se interesó en aprender a tocar el piano, la guitarra. Pasaba las noches escuchando música clásica, practicando la técnica de la acuarela, iba al teatro, a exposiciones de arte...

Hasta que un día, al salir del conservatorio, vio a su amado príncipe azul dándose el lote con Blancanieves en el banco de un parque. Para su sorpresa no lloró. No se puso siquiera triste. Tenía más ganas de volver a casa y seguir leyendo el siguiente capítulo del último libro que le esperaba impaciente sobre la mesita de noche. Y de vuelta a casa se dio cuenta de que ya no le gustaban los sosos príncipes azules, sólo preocupados por la estética y la belleza. Bellos por fuera y vacíos por dentro.

Al llegar a casa fue a darle las gracias al Espejito Mágico, pero allí sólo vio su rostro. Y en el brillo del reflejo de sus ojos descubrió que, quien una vez le habló desde el otro lado del cristal que invertía la realidad, tan solo fue su propia conciencia.

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