lunes, julio 28, 2014

EGB



Rara mañana no desconectaba de lo que estaba contando el profesor y me ponía a fantasear. Casi siempre era contigo; me encantaba imaginarme que de repente llamaban a la puerta y eras tú. Mirabas con timidez al interior de la clase, buscando mi cara entre la veintena de almas aburridas, de mentes por escribir, que te miraban con curiosidad, admirando tu belleza. El profesor callaba y, con la tiza aún en la mano y el cuerpo medio girado, entre la pizarra y la puerta por la que tú asomabas en la parte trasera de la clase, esperaba impaciente a que explicases a qué se debía tu interrupción. 

- Hola, ¿Puede salir Luis? -Decías con voz tímida. El resto de la case me miraba, incrédula, a que semejante niña no tuviese nada mejor que hacer en el mundo de las bellezas que venir a mi clase de Educación General Básica a por un tipo tan simple como yo. A los más gamberros de la clase se les escapaba una risita irónica mientras a mí se me aceleraba el corazón y se me iluminaba el alma. 

 - Luis, ¿Podrías decirme cuál es el sujeto de esta frase? 
- ¿Qué…? ¿El sujeto? -Miraba hacia la puerta pero tú no estabas allí asomada. Todas las miradas estaban posadas en mi despiste. Yo miraba a ambos lados del aula mientras se oían las risitas irónicas de los más gamberros de la clase; como si ellos supiesen cuál era el sujeto de la clase. 
- Hijo mío, estás en Babia, luego querrás aprobar lengua… 

 Nunca viniste. Nunca asomaste por la puerta. Nunca apareciste a rescatarme de las aburridas mañanas de EGB. ¿Y ahora, veinte o treinta años después pretendes que quedemos y te cuente cómo me han ido estos veinte años? Lo siento. “Ahora es demasiado tarde, princesa”. Ahora ya no quiero yo. Claro, que todo sería más fácil si no hubieses decidido casarte esta primavera. Pero vaya, que sepas que ahora ya no.

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