lunes, noviembre 17, 2008



El Sobre de Azúcar
Victor se había levantado temprano y cuando paró para tomar café a las once de la mañana ya tenía esa sensación irrebatible de odio y desprecio para con el resto del mundo: Se había llevado una bronca en el curro, tenía trabajo atrasado desde hacía dos semanas, cuatro clientes que le debían demasiado dinero y que estaban al borde de la quiebra. En casa varios recibos pendientes de pago, la nevera estropeada y la austera soledad de un hombre que no comparte casa con nadie. -Fermín un cortado-, dijo con tono sombrio. Le sirvieron el café, vertió el sobre de azúcar dentro y atendió una llamada al móvil: -Escúchame, si me vas a pagar la factura me lo dices, pero no me vuelvas loco Juan...De acuerdo...ok, ok...ahora me paso y hablamos-
Victor resopló, soltó en movil encima de la mesa de malas maneras, encendió un cigarrillo, cogió la cuchara del café y se la metió en la boca.
De repente, al no haber removido el cortado, la cuchara inundo de azúcar su paladar de una forma muy próxima a lo empalagoso. Respiró profundamente, soltó el aire y una imprevista sonrisa se apoderó de su cara. La máquina del tiempo se puso en marcha y le trasladó casi sin pedirlo a aquella tarde fria de invierno, cuando el sol se colaba por las cristaleras de la cafetería y Natalia todavía vivía en casa. El estómago le dió un vuelco; casi matemáticamente iba recordando instante tras instante como, con aquella gracia infinita, ella llenaba la cuchara de azúcar para a continuación metérsela en la boca. Tragó saliva al recordar como los ojos de aquella chiquilla, tan pícaros, le pedían un beso a gritos. Victor premió al café con media sonrisa mientras rememoraba aquellos besos dulces y lentos. Besos que abanderaban unos ojos cerrados. Besos que por su sabor meloso iban a ser besos eternos...y volvió a tragar saliva. Fermín rechistó: -Illo, ¿Qué estás, endulzándote la mañana?- y a continuación sonrió: -No Fermín, no te lo explico porque sería largo de explicar y tengo bulla- Los dos sonrieron de forma cómplice: - ¿Está muy fuerte el café? Es que esta puta máquina hace unas cargas... Toma otro azucarillo hombre. -No da igual, dos sobres no, que eso es mucha tela para un cortado-. El teléfono volvió a sonar, Victor apuró el café, apagó el cigarro y salió corriendo.

7 comentarios:

L.Rilke dijo...

Esto para los que digan que la máquina del tiempo no está inventada. Es algo muy sencillo y lo has retratado perfectamente: Tenemos máquinas del tiempo en cualquier minuciosidad que nos rodea. Tú por ejemplo la has escondido en un sobre de azúcar... genial.

Anónimo dijo...

Lo que hay en el cucharilla es una mosca?

Chito dijo...

Correcto...Es una foto hecha el dia que estuve en los campamentos de refugiados del Sahara. Allí las moscas están hasta en la sopa...y nunca mejor dicho...

Jc dijo...

Genial, me encanta la linea que esta tomando el Blog....De relatitos y tal.
Enhorabuena por tu aporte, amigo...Como bien dice Luís, en cualquier lugar, en lo mas cotidiano, se nos aparece una máquina del tiempo....
Gracias por tus líneas. Un Abrazo...
Jc

palenq dijo...

Me ha gustado mucho la historia, como cambia la vida en unos segundos, como las pequeñas cosas nos hacen felices.
P.D. Cambia lo de "saliba" que daña la vista, y pon saliva, por favor.

Chito dijo...

Te agradezco la corrección...La Saliva, el verbo reventar...son dudas gramaticales frecuentes...Me alegro de que te guste, Paquito Calzones...

Chito dijo...

dudas...ortográficas...mejor dicho... anda que el tio está fino....