
Perdimos el primer ferry que nos llevaba hasta Ceuta, por lo que ahogamos la hora y pico hasta el siguiente ferry en la espuma de una cerveza. Algeciras era pegajosa esa tarde de Junio, y al subir al ferry que no nos pertenecía sentimos más frío de la cuenta por el aire acondicionado. Un taxista que parecía odiar internet y las normas de Marruecos nos acercó hasta la frontera. Mochila a la espalda y pasaporte en el bolsillo, cruzamos sin problemas la frontera española, y de repente, como moscas, muchos hombres se nos iban acercando. No hablaban demasiado bien nuestro idioma, pero lo justo como para que nos entendiéramos. Nos ofrecían a euro un papel que nos daban gratis en la ventanilla. Rellenamos los papeles, desvirgaron mi pasaporte, y sin más, cruzamos la frontera. Ya no sólo estábamos en otro país, sino en otro continente. Otras leyes. Otras reglas. Otra forma de negociar. Otro mundo.
Desolación tal vez sea la palabra que mejor describa la primera impresión. Déjenme que les describa la fotografía; varias decenas de personas sin rostro se agolpaban en grupos, en una explanada alquitranada y con lejanas y altas luces que arrojaban largas sombras. Una nevera y una lavadora abiertas en mitad de aquella extensión sin nada. Allá a lo lejos se apreciaban las figuras de lo que parecían ser coches. A nuestra izquierda un viejo muro con la altura de un bloque de 3 pisos, coronado por una valla con pinchos. Tras ella una oscura montaña. A la izquierda un viejo edificio tras el que se adivinaba, tal vez, una triste playa solitaria. Y de repente, un rostro inquieto, un pelo completamente blanco, una tez especialmente morena, y unos ojos vivos nos indagaron:
-¿Queréis un taxi? ¿Adónde vais? ¡Os puedo llevar más barato que nadie!
Tras una breve negociación, cerramos el viaje a Chaouen por 50 euros. Él no conducía, pero viajaba con nosotros hasta un pueblo cercano, donde se apearía, pues tenía que quedarse con sus cinco hijos. A lo largo del camino hasta Castillejo, nos cuenta que sabe hablar español porque pasó 7 años en nuestras tierras… en la cárcel de Algeciras, en una gallega… - ¿Por qué te metieron? –pregunta Chito. Él sonríe.
- Amigo, porque me quería hacer rico… -hace una pausa-. Una noche crucé el estrecho en lancha, con cien kilos de hachís. Un negocio redondo. Una noche, y salvado para toda la vida… pero los que me contrataron me traicionaron. Conseguí llegar, pero en vez de venir quienes tenían que recoger las drogas, fue la policía española la que apareció con todo preparado, conscientes de que esa noche llevarían invitado especial a su celda…
Kilómetros más adelante baja del taxi, se despide amistosamente, y Pedro, Chito y un servidor quedan a solas con el taxista, quien no había abierto la boca en el trayecto. De repente, se gira y de manera natural nos ofrece hachís. Él va a pillar para consumo propio, y nos dice que a él por ser marroquí se lo dejan más barato… No, gracias, no venimos a Marruecos a eso, venimos a hacer turismo… incluso así, nos conduce a uno de esos callejones donde nunca sabes qué puede pasar, una sombra se desliza desde una puerta levemente iluminada, entrega la mercancía, y vuelve a desaparecer tan sutilmente como llegó. Entonces nuestro taxista comienza a liarse un canuto, y con toda la parsimonia del mundo nos dice: -El trayecto hasta Chaouen son 70 euros…
- ¿Pero no habíamos quedado en 50?
- No, por la noche es más caro, él cabrón. Él poner precio que interesa y se va…
- ¿Y por qué no nos has dicho eso cuando estaba Él aquí?
…………………..
Media hora después reanudamos el camino. Cerramos el trato en 60. Nos pidió el dinero por adelantado, justo antes de decidir que era Chito quien debía acompañarle en el asiento de adelante. –Voy a recoger en Tetuán a un amigo, para no volverme solo desde Chaouen. ¿Os importa? –Silencio. Nos miramos…
- Bueno… -seguimos sin estar seguros…
Atravesamos Tetuán, y un chaval de nuestra edad, pero con las neuronas bastante más afectadas por el humo denso y blanco del hachís, se sienta junto a Pedro. Vaya viaje. Hablando en marroquí. Dando voces en su idioma, cantando canciones, poniéndonos los auriculares que llevaba… paramos en una gasolinera, repostamos, dos tés para los 5, y unos extraños pasteles. Probamos bocado en marcha. Adelantamientos por línea continua, tres coches en línea en diferentes sentidos. Luces largas, curvas sin frenada… CUIDADO, KÚBIKA!! Y al fin, la bohemia noche de Chaouen. Mirar sus casas, su medina, su plaza, su colorido… sentir su calor, sus intensos aromas, sus variados sabores… Fue duro, pero mereció la pena sólo por estas sensaciones.
Cuaderno de viaje.
Desolación tal vez sea la palabra que mejor describa la primera impresión. Déjenme que les describa la fotografía; varias decenas de personas sin rostro se agolpaban en grupos, en una explanada alquitranada y con lejanas y altas luces que arrojaban largas sombras. Una nevera y una lavadora abiertas en mitad de aquella extensión sin nada. Allá a lo lejos se apreciaban las figuras de lo que parecían ser coches. A nuestra izquierda un viejo muro con la altura de un bloque de 3 pisos, coronado por una valla con pinchos. Tras ella una oscura montaña. A la izquierda un viejo edificio tras el que se adivinaba, tal vez, una triste playa solitaria. Y de repente, un rostro inquieto, un pelo completamente blanco, una tez especialmente morena, y unos ojos vivos nos indagaron:
-¿Queréis un taxi? ¿Adónde vais? ¡Os puedo llevar más barato que nadie!
Tras una breve negociación, cerramos el viaje a Chaouen por 50 euros. Él no conducía, pero viajaba con nosotros hasta un pueblo cercano, donde se apearía, pues tenía que quedarse con sus cinco hijos. A lo largo del camino hasta Castillejo, nos cuenta que sabe hablar español porque pasó 7 años en nuestras tierras… en la cárcel de Algeciras, en una gallega… - ¿Por qué te metieron? –pregunta Chito. Él sonríe.
- Amigo, porque me quería hacer rico… -hace una pausa-. Una noche crucé el estrecho en lancha, con cien kilos de hachís. Un negocio redondo. Una noche, y salvado para toda la vida… pero los que me contrataron me traicionaron. Conseguí llegar, pero en vez de venir quienes tenían que recoger las drogas, fue la policía española la que apareció con todo preparado, conscientes de que esa noche llevarían invitado especial a su celda…
Kilómetros más adelante baja del taxi, se despide amistosamente, y Pedro, Chito y un servidor quedan a solas con el taxista, quien no había abierto la boca en el trayecto. De repente, se gira y de manera natural nos ofrece hachís. Él va a pillar para consumo propio, y nos dice que a él por ser marroquí se lo dejan más barato… No, gracias, no venimos a Marruecos a eso, venimos a hacer turismo… incluso así, nos conduce a uno de esos callejones donde nunca sabes qué puede pasar, una sombra se desliza desde una puerta levemente iluminada, entrega la mercancía, y vuelve a desaparecer tan sutilmente como llegó. Entonces nuestro taxista comienza a liarse un canuto, y con toda la parsimonia del mundo nos dice: -El trayecto hasta Chaouen son 70 euros…
- ¿Pero no habíamos quedado en 50?
- No, por la noche es más caro, él cabrón. Él poner precio que interesa y se va…
- ¿Y por qué no nos has dicho eso cuando estaba Él aquí?
…………………..
Media hora después reanudamos el camino. Cerramos el trato en 60. Nos pidió el dinero por adelantado, justo antes de decidir que era Chito quien debía acompañarle en el asiento de adelante. –Voy a recoger en Tetuán a un amigo, para no volverme solo desde Chaouen. ¿Os importa? –Silencio. Nos miramos…
- Bueno… -seguimos sin estar seguros…
Atravesamos Tetuán, y un chaval de nuestra edad, pero con las neuronas bastante más afectadas por el humo denso y blanco del hachís, se sienta junto a Pedro. Vaya viaje. Hablando en marroquí. Dando voces en su idioma, cantando canciones, poniéndonos los auriculares que llevaba… paramos en una gasolinera, repostamos, dos tés para los 5, y unos extraños pasteles. Probamos bocado en marcha. Adelantamientos por línea continua, tres coches en línea en diferentes sentidos. Luces largas, curvas sin frenada… CUIDADO, KÚBIKA!! Y al fin, la bohemia noche de Chaouen. Mirar sus casas, su medina, su plaza, su colorido… sentir su calor, sus intensos aromas, sus variados sabores… Fue duro, pero mereció la pena sólo por estas sensaciones.
Cuaderno de viaje.
Ronda-Algeciras-Chaouen.
Pedro-Luis-Chito.
15-Junio-2007.
2 comentarios:
Vaya 2 cojones q teneis!q valor!!!
qu� pasada! como para ir uno solo, a ver si v�is contando m�s cositas.
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