El Sueño De Dos Tarados

Escena Uno. 1937. Puerto gallego. Un hombre con la mirada en el infinito.

Con el corazón roto veía el barco alejarse. Mandaba a sus dos hijas, de ocho y diez años a la Argentina, con la esperanza de que fuesen a huir de la guerra, con la esperanza de que la diosa Fortuna tuviese piedad de ellas y con el maldito convencimiento de que jamás volvería a verlas. Dolía tanto que le quedó un siete en el alma para siempre. Les dio algo de dinero que pidió a su cuñada para las niñas. Ahora que su mujer había muerto de tuberculosis no podría haberse hecho cargo de ellas, no podía cuidar de ellas porque tenía que sobrevivir a esa maldita guerra entre vecinos, entre familiares, entre pueblos.

Aguantó la rabia hasta que el barco se alejó tanto que incluso dejó de ser un punto diminuto perdido en el horizonte. Y de repente las lágrimas brotaron como un río desbordado por aguas torrenciales. Un marinero que pasaba se paró junto a él y le puso la mano en el hombro.

- ¿Despidiendo a algún familiar que huye de la guerra?

- Sí... qué injusta es la guerra... qué injustas son todas las guerras...

- No se preocupe, señor. Ésto no puede caer en el olvido. Algún día, la Historia hará justicia, no puede quedar todo indemne... ya lo verá.

Escena Dos. 2009. Pueblo cualquiera español. Dos chavales con una mochila a la espalda.

- Tío, ¿no vas a clase de Historia?

- Qué va, paso de esos rollos. Me voy a mi casa que ahora echan en la tele un resumen de los partidos de esta jornada.