
Petróleo. Siempre estaban discutiendo por tonterías, y esta vez no era una excepción. Habían vivido varias guerras en sus carnes, apenas si tenían alimentos y habían pasado épocas de bonanza de grandes penurias, pero nunca faltaron las discusiones por tonterías en su matrimonio. Ahora ella se había ido a la cama enfadada por otra nueva tonta pelea. Él aseguraba que al cuñado de ambos lo mataron en la guerra del noventa y dos los americanos. Ella decía que no, que había sido un vecino con el que siempre se llevó mal, pero que aprovechó la invasión norteamericana para cometer el asesinato, y así que pareciese un muerto de guerra. A Omar le costaba reconocer que él también se había enfadado por la tonta discusión, pero así era. Su mujer se había ido a la cama enfadada, ofuscada. Y ahora que lo pensaba más fríamente, la teoría de ella tal vez fuese cierta, cuadraban muchas cosas en la historia.
Se levantó y fue hasta la ventana. Eran las once o las doce de la noche y la ciudad estaba en una falsa calma. Reinaba un tenso silencio, pues en la radio habían informado de que otra vez las tropas estadounidenses estaban invadiendo el país. Ya no recordaba ni a qué se debía la nueva guerra, no sabía cuál era la nueva excusa que diera el nuevo presidente yanqui para invadir de nuevo su país, ni le importaba; pues hasta el más tonto ciudadano del mundo sabía que los motivos reales eran puramente petrolíferos. Echó la mano al bolsillo donde siempre guardaba los cigarrillos de manera instintiva, y al encontrarse el bolsillo vacío recordó que con motivo de la invasión todas las tiendas habían cerrado y no le había dado tiempo de comprar reservas. Sintió en su interior rabia contenida y sabía que su vida había sido demasiado triste por haber nacido en un país que cruzaba intereses con los gobernantes norteamericanos.
Con las ganas del cigarrillo se fue hasta la cama. Su mujer ya estaba dormida, y aunque estaban enfadados, procuró acostarse sin despertarla, justo a su lado. Pensó que hace cuarenta años, cuando se casaron, seguramente se acostarían abrazados, pero ahora todo era diferente. Le quería mucho, pero ahora todo era diferente. Y tal vez todo debió haber quedado como al principio, acostándose abrazados cada noche, pero ahora… todo era distinto.
Un fuerte ruido le sacó del estado de duermevela en el que estaba. Con el corazón acelerado se incorporó en la cama. Afuera sonaban las alarmas en toda la ciudad. El mensaje era claro: Los enemigos nos están bombardeando. Quien tuviese algún búnker o cualquier tipo de escondite seguro podía acudir hasta él, pero no era el caso de ellos dos. Se cobijó asustado bajo las sábanas y abrazó a su mujer por la espalda. Ella temblaba levemente por el miedo al inminente bombardeo. Sólo esperaban amanecer vivos, escapar de la macabra lotería. Le cogió la mano con los dedos entrelazados. Omar abrazó con fuerza el cuerpo de su mujer y apretó los dientes. Ya no importaban las discusiones tontas de toda una vida, sólo ellos dos.
- Te quiero. –Le dijo bajito. Ella le besó la mano, correspondiendo a su declaración.
Al día siguiente venía una foto en los principales periódicos europeos. Un reportero romántico decidió que la mejor foto para ilustrar el bombardeo era un primer plano de las manos de dos personas mayores, con los dedos entrelazados. Dos personas que se acostaban abrazados cada noche, queriéndose, protegiéndose, comprendiéndose. Pero ahora, la guerra había hecho que todo fuese diferente. Dos personas que se querían y que eran completamente ajenas a los intereses económicos y petrolíferos de los gobernantes estadounidenses era parte del precio que algunos ponen al petróleo. Algunos que comen caliente cada día, cuyos hijos pueden quererse o discutir, porque ellos no pagarán el alto precio que algunos le dan al petróleo.
3 comentarios:
genial como siempre
Despues de dos meses esperando hasta un relato me parece buen regreso.
Ahora hablando del relato, no sé, pero me gusta.
Que duro tío. Pareces un periodista contandolo. Muy bueno.
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